La articulación de la rodilla está compuesta por tres huesos: la tibia, el fémur y la rótula o patela. Esta articulación está sometida a grandes cargas musculares, a fuerzas de flexión y rotación. Además, posee un potente sistema ligamentoso encargado de dar estabilidad a la articulación, formado por los ligamentos cruzados (anterior y posterior) y por los ligamentos laterales interno y externo.
Por otro lado, en la articulación entre el fémur y la tibia, se sitúan los meniscos (interno y externo), estructuras cartilaginosas encargadas de amortiguar y estabilizar esta articulación para garantizar una buena movilidad entre ambas estructuras óseas.
Las lesiones de rodilla pueden presentarse de forma aguda, es decir, que su sintomatología aparece de repente siendo extremadamente dolorosas o bien de forma crónica o gradual (que se desarrolla de manera progresiva en el tiempo). Una lesión aguda en la rodilla puede convertirse en crónica si no se trata adecuadamente, así mismo una lesión crónica puede ser clasificada como agudo si se vuelve extremadamente dolorosa de manera repentina.
Las lesiones más comunes en la rodilla son:
- Rotura de menisco: el desgarro del menisco normalmente será producido por traumatismos o más comúnmente por movimientos de torsión de la rodilla (giro del cuerpo) con la planta del pie pegada al suelo. En el caso del menisco interno, el dolor se siente en la superficie interna de la articulación de la rodilla a lo largo de la línea de unión. Puede aparecer hinchazón de la rodilla dentro de las 48 horas de la lesión e incapacidad para flexionar la rodilla totalmente.
- Lesiones del ligamento cruzado anterior: es el ligamento de la rodilla que se lesiona con más frecuencia en deportistas, siendo además una de las causas principales de hemartrosis (el 70% de los pacientes que presentan hemartrosis de la rodilla, viene producida por lesión del ligamento cruzado anterior).
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